La personalidad dependiente se autocastiga

El trastorno de la personalidad dependiente en el siglo 21 o que viva la esclavitud. 



(El uso del femenino y el masculino es intercambiable)


Una persona corría, su corazón se sentía agitado, se observaba fatigada. Esta persona parecía haber estado sometida a un estilo de vida precario. En sus ojos se observaban sendas ojeras a causa del cansancio que soportaba sobre sus hombros. En su rostro se notaba tristeza y resignación.  Corría y corría, se alejaba de aquella casa donde había sido esclavizada. Pensaba que había vivido un horror. Vestía con prendas harapientas, reflejando una imagen de alguien que no tenía cuidado de su imagen personal. Esta persona se definía como esclava del sistema y de sus relaciones. Se preguntaba, entre el miedo y la emoción de la huida, por qué siempre caía en esas relaciones que se aprovechaban de ella. Esta personalidad decía haber sido sometido a la fuerza por un amo que era insoportablemente tiránico. La personalidad se rememoraba de haber sido sometida a barrer, trapear, lavar el piso de rodillas, hacer la comida, brillar las botas de su amo y servirlo en la mesa. Corría para alejarse de aquel tirano. Gritaba que ese tirano le había obligado a cambiar sus valores; había cambiado de religión, ya no podía ir a la iglesia; la había sometido a servicios sexuales, en los cuales esta personalidad decía no sentirse cómoda; la había inducido a cometer algunos delitos menores, había enviado algunos cheques falsos, había engañado al gobierno y a sus seres queridos. El dinero que conseguía se lo llevaba al tirano a quien ella culpaba de su destino. 


-Por fin pude escapar, se dijo la personalidad. Se detuvo a pensar por unos minutos, se sintió cansada de correr, dudó por unos instantes, sintió un vacío. Un sentimiento de inseguridad la invadió; sintió miedo de cruzar el límite, un miedo a forjar un nuevo camino sola, aquel límite de no saber para dónde iba. Se detuvo a pensar qué podría ser de su vida, ella nunca había tomado decisiones sola. Un sentimiento de ansiedad profunda la invadió, sintió entonces que estaba perdida, qué tal vez no podría hacer nada sin la guía de su amo. La personalidad tomó la decisión de devolverse a aquella casa en dónde había vivido tantos oprobios. De regreso pensó: ¿en qué diablos estaba pensando de irme sola por allí, por el mundo? Siempre he sabido que soy incapaz de defenderme sola; soy incapaz de tomar una iniciativa; soy incapaz de tomar decisiones por mí misma. 


-Toc, toc, abreme la puerta, solicitó, cuando llegó a la casa. 


El tirano abrió la puerta y con un aire de desprecio le dijo : 


-No voy a recibirte de nuevo; no mereces estar en esta casa. 


La personalidad dependiente se arrodilló inmediatamente, sentía que toda su vida se derrumbaba. Qué iba a ser de ella sin el soporte del tirano, se preguntó. Nada! podría morir, pensaba. De rodillas ante el tirano, besó sus pies y llorando le suplicó que la dejará entrar de nuevo; que ella haría todo lo que su amo dijera; que por su cabeza nunca volvería a pasar la idea de escapar. Se declaró su esclava, aunque la esclavitud había sido abolida, esta personalidad se declaraba voluntariamente esclava del tirano que ella tanto criticaba y decía odiar a todo pulmón. El tirano sacando provecho de la situación le dijo: 


-Te acepto, pero ¿qué me vas a dar a cambio?


La personalidad dependiente con lágrimas en los ojos excusándose, le respondió : 


-Haré todo lo que quieras; siempre realizaremos todos los proyectos que tú quieras, estoy lista a ir a donde tú lo desees, tus deseos serán mis deseos, serán órdenes; si necesitas dinero podré conseguirlo y siempre lo traeré para que estés feliz; nunca estaré en contra de lo que tú pienses, ni lo que tú digas, creo que tienes siempre la razón. Por favor adóptame nuevamente tendremos una relación de amo y esclavo, eso es lo que deseo. 


Y así se formaba una nueva patología complementaria con dos seres deseosos de estar el uno con el otro,  aunque ante los ojos de un tercero, esta relación parecía tóxica.

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