El extremo de la ansiedad, también conocido como ataques de pánico.
De un lado para otro marcando mil pasos, la respiración acelerada como quien corre un triatlón, el corazón palpitante como si fuera a ser expulsado de su caja, la transpiración como cuando cae el aguacero, las piernas que tiemblan como aquel temblor de 1983, mareos y mareos como en el barco aquel. Henrytustra había observado aquellas personas que perdían el control de la ansiedad y a quienes ésta los invadía sin discriminación. Él los veía desesperados pensando que iban a morir debido a la intensidad de sus manifestaciones, algunos pensaban volverse locos.
El sujeto que presenta ansiedad regularmente puede sentirse cada vez más invadido por las diferentes manifestaciones de ésta si no encuentra los medios adecuados para disminuirla. Cuando la ansiedad es muy intensa pueden presentarse ataques de pánico. Las manifestaciones en este caso son físicas y cognitivas. En un ataque de pánico, la intensidad es tan fuerte que la sintomatología gana el control sobre la conciencia de la persona quien se siente víctima del síntoma. Una persona puede sufrir ataques de pánico aislados o pueden ser repetitivos en cuyo caso hablaremos de un trastorno de pánico.
Henrytustra se encontraba a diario con personas que sufrían de ataques de pánico sin encontrar una solución a su problema y con respiración abdominal les decía: “es posible que tu pienses que encuentras la solución a tu problema en el alcohol o en las drogas psicoactivas, es posible que tomes drogas prescritas con el fin de disminuir tu ansiedad, sin embargo, esto no te da la solución final. Debes buscar dentro de ti la fuente de tus temores profundos, si no logras hacerlo por tus propios medios, busca un profesional de la salud mental y respira profundo, respira profundo”.
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