Los orígenes de la vida emocional, un combate por la supervivencia
En una alcoba pintada de blanco, yacía un bebé de seis meses en una cuna, con sus ojos fijos en el techo. A primera vista, parecía un bebé sin necesidades, pero de vez en cuando, tomaba una bocanada de aire para llorar y llorar y llorar. El bebé no parecía cómodo en su pañal empapado desde hacía horas; sus partes íntimas estaban irritadas y le molestaba al moverse. Lloraba también por hambre y sed. A pesar de sus expresiones, nadie acudía para satisfacer sus necesidades primarias. Gradualmente, su llanto se desvanecía, el bebé se encontraba exhausto sin respuesta a sus llamados. En esos momentos, experimentaba la tristeza, la pena, el abandono, la esperanza y el desespero, aunque estas emociones aún no estuvieran plenamente desarrolladas en él.
Por su parte, la madre, una joven que había abandonado su hogar durante el embarazo para vivir con un hombre cuya principal actividad era el consumo de alcohol, se preguntaba por qué ese bebé lloraba tanto. Había quedado embarazada por un descuido y no deseaba tener hijos a su edad. Sin embargo, al quedar embarazada, vio una oportunidad para escapar de su casa y comenzar una nueva vida. En algún momento, llegó a pensar que sería divertido tener un bebé. Desde el nacimiento del bebé, ella se sentía agotada; no lograba satisfacer sus necesidades porque el llanto del bebé la desesperaba. "Ese llanto, ese maldito llanto todo el día", decía. Trataba de tener el menor contacto posible con él, lo dejaba llorar en su cuna, le quitó el pecho una semana después de nacer porque no soportaba el contacto físico y le daba el biberón sin mirarlo a los ojos. Cambiarle el pañal le parecía repugnante, así que trataba de hacerlo lo menos posible. Emocionalmente, ella no estaba preparada para el bebé; cuando lo veía, sus palabras eran de rechazo: "Qué pereza tú, ¿por qué naciste?, eres un error en mi vida".
En el sofá se encontraba el padre del bebé, un hombre joven que prefería quedarse en casa en lugar de ir a trabajar para proveer alimentos a su familia. Las prioridades del joven padre eran los videojuegos y salir a tomar alcohol con sus amigos. Para él, tener un bebé en este momento era una carga. Nunca deseó al bebé y aún se veía viviendo una vida de fiestas y diversión, donde no había lugar para cuidar a un bebé. Se exasperaba con el llanto del bebé y culpaba a su madre por los supuestos malos cuidados, aunque él mismo no había creado ningún vínculo con el bebé. Cuando el bebé lloraba y tenía que pausar su videojuego, lo miraba con desprecio y odio por interrumpir sus actividades. A veces intentaba calmar al bebé, lo tomaba en sus manos, lo sacudía y lo volvía a colocar en la cuna. En otras ocasiones, recurría a golpear al bebé para que dejara de llorar.
El bebé fue desarrollando su plataforma emocional viviendo comportamientos agresivos cada día, en cada instante, lo que generó un sentimiento de hostilidad. Abandonado en su habitación durante el día, comenzó a desarrollar una plataforma afectiva de desapego. Así, día a día, el bebé se enfrentaba a un combate emocional por su supervivencia. Así hablaba Henrytustra.
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