Las patologías complementarias entre padres e hijos o no compre la vaca que la leche se la dan gratis



Existen diversas patologías complementarias que involucran a distintos humanoides con variadas personalidades. Dos o más humanoides se ven atrapados inconscientemente en patrones dañinos en los que encuentran satisfacción, se engañan y se perjudican, pero también se complacen.


Henrytustra pasó tres días y sus respectivas noches en la morada de las patologías complementarias, teniendo sueños y pesadillas que le recordaban lo cerca que estuvo de abandonar el mundo de los humanoides. Al despertar desorientado, sin recordar dónde se encontraba, observó nuevamente a las parejas que estaban a su alrededor, remarcó una primera pareja conformada por una mujer de cincuenta años y un joven de aproximadamente treinta años. La mujer tomó la palabra de inmediato:


-Soy una persona muy feliz. Tengo a mi querido niño, mi muñeco de porcelana, bajo mi cuidado. Yo le di la vida y considero que es mi responsabilidad conservarla durante toda su existencia. Aunque ya es un adulto, para mí sigue siendo mi bebé. Él ha decidido quedarse en casa, trabaja poco y no ayuda en nada, es un tanto inútil, pero eso es lo que quiero. No me molesta hacerlo todo por él, le lavo la ropa interior, cocino para él y le arreglo la cama. Me molesta cuando tiene novia, a veces desearía ser yo su pareja y que me lleve a pasear a mí.


El joven permanecía en silencio mientras escuchaba a su madre divagar sobre su relación. Una vez que ella terminó sus palabras, el joven humanoide comentó:


-Tengo todo lo que necesito y quiero en casa. Desde pequeño, mi mamá ha evitado que descubra el mundo. Siempre me ha sobreprotegido, impidiendo que juegue con otros niños y no le gusta que ensucie mi ropa. Desde pequeño, el miedo me ha acompañado porque mi mamá me lo ha transmitido: "No juegues, te puedes lastimar; no vayas a la tienda, te puedes perder; no te alejes, me dejarías sola", esas han sido sus afirmaciones desde que tengo memoria. He tenido pocas relaciones sentimentales porque no son bien recibidas en casa. Asumo poca responsabilidad, ya que mi mamá me provee el dinero que necesito, y si no me lo da, simplemente lo tomo. Tengo treinta años y me siento prisionero de esta relación.


Henrytustra escuchó atentamente la descripción de esta relación entre una madre y su hijo. En la superficie, ambos afirmaban estar contentos con su relación, pero en el fondo, su vínculo era enfermizo y casi incestuoso. Henrytustra se dirigió a ellos de la siguiente manera:


-Un elemento esencial en la relación entre padres e hijos es preparar al hijo para un futuro en el que se convierta en un humanoide autónomo e independiente. Si esta transición no ocurre al menos en la mayoría de edad, ustedes están en una patología complementaria. En este caso, señora madre, has creado un entorno permisivo y sobreprotector que inconscientemente te protege a ti misma del sentimiento de soledad. Has convertido a tu hijo en un producto de tus deseos y ahora el joven humanoide depende de tus caprichos, incapaz de volar con sus propias alas. Es un desperdicio. Y tú, hijo humanoide, te has convertido en un mero títere útil para otra persona, de la cual no has logrado liberarte. Estás desperdiciando los mejores años de tu juventud atrapado en una relación que no te permite desarrollarte como individuo. Puedes culpar a tu madre, y ciertamente ella tiene su parte de culpa, pero ya en tu etapa adulta no puedes esconderte detrás de justificaciones, también eres responsable de tu destino en la medida que te corresponde. En este caso, es adecuado analizar esta dinámica con el objetivo de salir de esta relación perjudicial en la que ambas partes se encuentran estancadas. Así hablaba Henry Mosquera.