La personalidad antisocial tiene poco remordimiento o, "quien lo mandó a meterse ahí"



La culpabilidad es un veredicto que puede originarse en el interior o en el exterior de cada humanoide. Es, podríamos decir, el tercer ojo que mide con un rasero personal cada uno de nuestros gestos. La culpabilidad no debe ser excesiva porque genera rumiaciones mórbidas, pero no puede estar ausente porque es una base del comportamiento criminal.


Henrytustra continuaba su visita por la casa de la personalidad antisocial. Es un paseo peligroso porque cada humanoide antisocial tiene preparada una agenda criminal sin que tú lo sepas. Un hombre acusado de terrorismo había asesinado a un grupo de civiles en un atentado con una bomba, se acercó a Henrytustra expresándose así:


-Hay unos que merecen vivir y otros que merecen morir. Hay personas que tienen que morir por la causa, ese es su destino. Yo no apreté el gatillo para hacer explotar el dispositivo, eso lo hizo otra persona. Yo sólo hice parte de la organización para colocar el dispositivo. No veo por qué fui condenado por terrorismo. Si hay una víctima en esta historia de la bomba, ese soy yo.  El sistema me trata como una plaga, me dicen terrorista, mientras yo sólo estoy luchando por una causa. Yo no he asesinado a nadie. Yo no apoyé sobre el gatillo. Aquellos que murieron se encontraban en el sitio equivocado. ¿Quién los mandó a meterse ahí? Y los otros,  aquellos policías,  pues esos murieron en el ejercicio de sus funciones. ¿Quién los mandó a trabajar en la policía? En todo caso, yo estoy haciendo la apelación de mi causa porque aunque soy radicalizado y participé en el atentado, no apreté el gatillo.


La personalidad antisocial presenta dificultades para sentir culpabilidad. Estos sujetos tienden a cometer delitos o abusos contra las demás personas sin cuestionarse el tipo de daño que pueden causar en los demás. De esta forma, estos sujetos no presentan un filtro que los detenga cuando cometen ilícitos o demuestran actos violentos hacia los demás. En la mayoría de los sujetos, la culpabilidad es un juez interno que limita acciones que tienen un impacto negativo en ellos. Freud hablaba del superyó, una tópica de autovigilancia presente como reguladora de las pulsiones. En la personalidad antisocial, el sentimiento de culpabilidad está ausente, así que no existe un juez interno que limite los actos atroces que cometen. Estas personalidades, al contrario, tienden a culpar a los demás de sus crímenes. Las víctimas provocaron la agresión; el dueño de la casa provocó el hurto por tener dinero escondido en su casa; la esposa provocó la agresión por vestirse con ropa sensual; un niño provocó la agresión sexual por estar caminando solo en el parque. Estos sujetos reconocen raramente su culpa, es por esto que es tan común ver en las cárceles que todos los criminales dicen ser inocentes.


¡Qué falta de mentalización con respecto a sus propios gestos! señaló Henrytustra. Este humanoide trata de salvar su pellejo proyectando culpas en los demás. Sin embargo, las verdaderas víctimas tienen sus vidas destrozadas por los gestos reales de este criminal. Henrytustra se pronunció así:


-No has apretado el gatillo, pero has participado en un engranaje que tenía como intención asesinar gente inocente. Cuando observas un auto,  ves muchas piezas que contribuyen a que esa máquina funcione. Cada una es responsable del buen o del mal funcionamiento del auto. En los grupos del crimen organizado, incluyendo los terroristas, una parte del engranaje es tan participativa como la otra. Si tú colocaste la pólvora para la bomba eres tan culpable como el que apretó el detonador. Tus justificaciones son mecanismos de defensa para lavar tus culpas. Tus gestos son atroces y no logras verlos en tu propia cara, por eso justificas tus actos. Mentaliza el impacto de tus gestos en las demás personas; comprende el cambio de orientación en las vidas de los humanoides con tus gestos criminales. Repara, oh sí, repara, sólo cuando repares con comportamientos adecuados podrás empezar a vivir sentimientos sinceros hacia los demás. Así hablaba Henry Mosquera.