Dejémonos de tanta palabrería y pasemos a la acción
Hay un camino interno que se recorre antes de pasar a cualquier acción. Todo proyecto requiere que se pase del mundo interno al mundo externo, de otra manera solo serán sueños o ideales. Incluso aquellos que viven del arte de la palabra, cuando verbalizan sus ideas les dan forma. Las ideas se maduran y pertenecen a un tiempo y un espacio preciso, y es ahí donde se les debe dar forma. Algunos dejan pasar sus ideas e ideales y luego lloran años sobre la leche derramada.
En el largo camino hacia la fortaleza, el joven aprendiz sentía que la panoplia de opciones se abría a cada paso. Sentía la importancia de un guía que pudiera iluminar el camino. El camino lo hace cada quien, pero cuando está iluminado es posible que los pasos sean más directos. Las etapas para llegar al triunfo comenzaban a acumularse en la cabeza del joven aprendiz. Este repetía de memoria: adaptación, motivación, idea, carga afectiva. Viendo que el viaje pronto terminaba, avanzó sus últimas inquietudes para estar seguro de darle la vuelta a la cuestión.
- Observo detenidamente estas etapas y creo que las puedo llevar a cabo rápidamente - señaló el joven aprendiz. Quiero llegar al triunfo rápidamente, no me gusta la vieja escuela que pasa por procesos interminables, lo mío es ya. Mi millón lo quiero aquí y ahora, afirmó.
- Eres el producto de una civilización de humanoides que han evolucionado lentamente hasta esta etapa en la que te encuentras. Quieras o no, la vieja escuela siempre existirá, eres un producto de ella, aunque aún no tienes los conocimientos para disfrutarla completamente. La vieja escuela ha pasado por mil guerras, mil creaciones, avances tecnológicos y catástrofes, y naturalmente han pasado a la acción. Para poder empezar a concretar tu proyecto necesitas la acción. Para eso, debes producir la adrenalina necesaria y un toque de riesgo; eso sí, integra bien la palabra riesgo. El riesgo implica lanzarse a un vacío enfrentando los peligros, las decepciones y las penas que puede causar sentirse disminuido por la condición de empezar de cero. Muchos no toman riesgos porque tienen vergüenza del qué dirán; otros porque tienen miedos anclados de la infancia y también existen los amantes de los riesgos, aquellos que van organizando el caos tal y como llega. Cada proyecto implica un riesgo donde se gana o se pierde, pero la única forma de conocer el resultado es lanzándose al vacío. Así hablaba Henry Mosquera.
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