Algunas personas confunden impulsividad con violencia. En algunas ocasiones las personas en el lenguaje común tienden a definir a una persona violenta como un impulsivo. Desafortunadamente es un desaire que se le hace a la impulsividad ya que, aunque en algún momento este comportamiento se puede cruzar con la violencia, no es lo que la caracteriza. La impulsividad proviene de la impulsión lo cual es un movimiento. Podríamos decir que son comportamientos que carecen de reflexión. La persona actúa sin pensar en el acto ni en las consecuencias. Por ejemplo, aquel que se traslada de ciudad sin planes porque le dijeron que allá le va a ir mejor; irse a emborrachar porque su pareja lo dejó y enseguida tomar el auto; usar drogas para calmar su tristeza, etc. Cuando los niveles de impulsividad son muy elevados, se observa en la persona una inestabilidad emocional, económica y/o relacional. En lo emocional, el impulsivo responde inadecuadamente cuando no logra contener sus emociones, es aquel que se hace daño o hace daño a los demás. En lo económico, el impulsivo puede dejar su empleo o hacer compras desmesuradas, en lo relacional, el impulsivo tiende a cambiar de relaciones, puede dedicarse a tener relaciones de una noche para calmar su vacío. Recuerda siempre tener una balanza simbólica cerca de ti. ¿Para qué esa balanza? Es para pesar tus actos y las consecuencias de estos.