El combate de los ocios
El ocio productivo regañaba al ocio destructivo quien a su vez mostraba sus dientes con una especie de sonrisa perniciosa. Dos formas de ocio que eran siamesas. Una especie de Cerbero de dos cabezas que se peleaban entre sí, pero donde no se lograba encontrar el cuello que pudiera explicar el origen de esta dicotomía. Henrytustra trataba de conciliar la discusión. El ocio productivo se mostraba arrogante al nombrar sus características, decía que en su espacio-tiempo se escriben libros, se hace deportes, se juega ajedrez, se lee. El ocio productivo afirmaba ser el padre del juego, aunque el juego decía lo contrario afirmando que él era el padre del ocio. De su lado, el ocio destructivo reivindicaba que en cada una de esas actividades, él tenía el poder de boicot. El ocio destructivo recordaba que todas esas actividades podrían dejar de ser productivas si superan el tiempo que se les ha atribuido. El ocio destructivo en la polémica casi de forma envidiosa le recordó un ejemplo al ocio productivo : “¿Recuerdas cuando fuiste al casino a jugar un poco con el fin de recrearte? Nunca pudiste detenerte y te convertiste en adicto a los juegos de azar. Te pude someter porque no supiste establecer tus límites. Henrytustra había escuchado tantas versiones de ocio como humanoides habían en el habitáculo llamado tierra. Había inclusive conocido personas que estaban en la cárcel a causa del ocio destructivo. En medio de su momento de ocio Henrytustra señaló: la tendencia constructiva y la destructiva están presentes en todos los humanoides, evalúa tu tiempo de ocio y reconoce cuando una actividad comienza a transformarse en destructiva, lo notarás porque estás dejando tu capacidad de producción de lado.
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